Administrateur
Inscrit: 14/12/2011 15:49
De Montpellier
Niveau : 63; EXP : 93 HP : 629 / 1573 MP : 3167 / 56506
|
Tu as eu la chance d'être allé à Cuenca, veinard ! Car ce n'est pas qu'un voyage, c'est surtout un merveilleux voyage dans le temps, l'âme castillane d'antan vit encore là -bas. Je suis très sensible à la musique de cette poésie, tiens je te la mets en Espagnol. Puis traduite (plutôt bien traduite d'ailleurs, la musique est moins présente en français mais le ressenti est là .)
A la Muerte del Maestre de Santiago Don Rodrigo Manrique, Su Padre Jorge Manrique (1440–1479) •
Recuerde el alma dormida, Avive el seso y despierte Contemplando Cómo se pasa la vida, Cómo se viene la muerte Tan callando ; Cuán presto se va el placer, Cómo después de acordado Da dolor, Cómo a nuestro parescer Cualquiere tiempo pasado Fue mejor.
Y pues vemos lo presente Cómo en un punto s’es ido E acabado, Si juzgamos sabiamente, Daremos lo non venido Por pasado. Non se engañe nadie, no, Pensando que ha de durar Lo que espera Más que duró lo que vio, Porque todo ha de pasar Por tal manera.
Nuestras vidas son los rÃos Que van a dar en la mar, Que es el morir ; Allà van los señorÃos Derechos a se acabar E consumir ; Allà los rÃos caudales, Allà los otros medianos E más chicos ; Allegados, son iguales Los que viven por sus manos E los ricos.
Invocación
Dexo las invocaciones De los famosos poetas Y oradores ; Non curo de sus ficciones, Que traen yerbas secretas Sus sabores. A aquél solo me encomiendo, A aquél solo invoco yo De verdad, Que en este mundo viviendo, El mundo non conoció Su deidad.
Este mundo es el camino Para el otro, qu’es morada Sin pesar ; Mas cumple tener buen tino Para andar esta jornada Sin errar. Partimos cuando nascemos, Andamos mientras vivimos, Y llegamos Al tiempo que fenecemos ; Asà que cuando morimos Descansamos.
Este mundo bueno fue Si bien usásemos d’él Como debemos, Porque, segund nuestra fe, Es para ganar aquél Que atendemos. Y aún el Hijo de Dios, Para sobirnos al cielo, Descendió A nascer acá entre nos. Y a vivir en este suelo Do murió.
Ved de cuán poco valor Son las cosas tras que andamos Y corremos; Que en este mundo traidor Aun primero que muramos Las perdemos : D’ellas deshace la edad, D’ellas casos desastrados Que acaescen, D’ellas, por su calidad, En los más altos estados Desfallescen.
Decidme: la hermosura, La gentil frescura y tez De la cara, La color e la blancura, Cuando viene la vejez ¿Cuál se para ? Las mañas e ligereza E la fuerza corporal De juventud, Todo se torna gaveza Cuando llega el arrabal De senectud.
Pues la sangre de los godos, El linaje e la nobleza Tan crescida, ¡Por cuántas vÃas e modos Se pierde su grand alteza En esta vida ! ¡Unos por poco valer, por cuán baxos e abatidos Que los tienen ! ¡Otros que por no tener, Con oficios non debidos Se mantienen !
Los estados e riqueza Que nos dexan a deshora ¿Quién lo duda ? Non les pidamos firmeza Pues que son d’una señora Que se muda. Que bienes son de fortuna Que revuelve con su rueda Presurosa, La cual non puede ser una, Ni ser estable ni queda En una cosa.
Pero digo que acompañen E lleguen hasta la huesa Con su dueño ; Por eso non nos engañen, Pues se va la vida apriesa Como un sueño : E los deleites d’acá Son en que nos deleitamos Temporales, E los tormentos d’allá Que por ellos esperamos, Eternales.
Los placeres e dulçores D’esta vida trabajada Que tenemos, ¿Qué son sino corredores, E la muerte la celada En que caemos ? No mirando a nuestro daño Corremos a rienda suelta Sin parar ; Desque vemos el engaño E queremos dar la vuelta No hay lugar.
Si fuese en nuestro poder Tornar la cara fermosa Corporal, Como podemos hacer El alma tan gloriosa Angelical, ¡Qué diligencia tan viva Tuviéramos cada hora, E tan presta, En componer la cativa, Dexándonos la señora Descompuesta !
Esos reyes poderosos Que vemos por escripturas Ya pasadas, Con casos tristes, llorosos, Fueron sus buenas venturas Trastornadas ; Asà que no hay cosa fuerte ; Que a Papas y Emperadores E Prelados Asà los trata la muerte Como a los pobres pastores De ganados.
Dexemos a los Troyanos, Que sus males non los vimos, Ni sus glorias ; Dexemos a los Romanos, Aunque oÃmos o leÃmos Sus hestorias. Non curemos de saber Lo d’aquel siglo pasado Qué fue d’ello ; Vengamos a lo d’ayer, Que también es olvidado Como aquello.
¿Qué se hizo el Rey Don Joan ? Los Infantes de Aragón ¿Qué se hicieron ? ¿Qué fue de tanto galán, Que fue de tanta invención Que truxeron ? Las justas e los torneos, Paramentos, bordaduras E cimeras, ¿Fueron sino devaneos ? ¿Qué fueron sino verduras De las eras ?
¿Qué se hicieron las damas, Sus tocados, sus vestidos, Sus olores ? ¿Qué se hicieron las llamas De los fuegos encendidos De amadores ? ¿Qué se hizo aquel trovar, Las músicas acordadas Que tañÃan ? ¿Qué se hizo aquel dançar Aquellas ropas chapadas Que traÃan ?
Pues el otro su heredero, Don Enrique ¡qué poderes Alcanzaba! ¡Cuán blando, cuán al agüero El mundo con sus placeres Se le daba! Mas verás cuán enemigo, Cuán contrario, cuán crüel Se le mostró, Habiéndole sido amigo, ¡Cuán poco duró con él Lo que le dio !
Las dádivas desmedidas, Los edificios reales Llenos d’oro Las baxillas tan febridas, Los enriques e reales Del tesoro ; Los jaeces, los caballos De su gente e atavÃos Tan sobrados, ¿Dónde iremos a buscallos ? ¿Qué fueron sino rocÃos De los prados ?
Pues su hermano el inocente, Qu’en su vida sucesor Se llamó, ¡Qué corte tan excellente Tuvo e cuánto gran señor Le siguió ! Mas como fuese mortal, Metióle la muerte luego En su fragua. ¡Oh jüicio divinal ! Cuando más ardÃa el fuego Echaste agua.
Pues aquel gran Condestable Maestre que conoscimos Tan privado, Non cumple que d’él se hable, Sino sólo que le vimos Degollado. Sus infinitos tesoros, Sus villas e sus lugares, Su mandar, ¿Qué le fueron sino lloros ? ¿Qué fueron sino pesares Al dexar ?
E los otros dos hermanos, Maestres tan prosperados Como reyes, Qu’a los grandes e medianos Traxeron tan sojuzgados A sus leyes ; Aquella prosperidad Que tan alta fue subida Y ensalzada, ¿Qué fue sino claridad Que cuando más encendida Fue amatada ?
Tantos Duques excellentes, Tantos Marqueses e Condes E Barones Como vimos tan potentes, Di, muerte, ¿dó los escondes E traspones ? Y sus muy claras hazañas Que hicieron en las guerras Y en las paces, Cuando tú, cruda, t’ensañas, Con tu fuerza los atierras E desfaces.
Las huestes innumerables, Los pendones, estandartes E banderas, Los castillos impugnables, Los muros e balüartes E barreras, La cava honda chapada, O cualquier otro reparo ¿Qué aprovecha ? Cuando tú vienes airada Todo lo pasas de claro Con tu flecha.
Aquel de buenos abrigo, Amado por virtuoso De la gente, El Maestre Don Rodrigo Manrique, tanto famoso E tan valiente, Sus grandes hechos e claros Non cumple que los alabe, Pues los vieron, Ni los quiera hacer caros, Pues qu’el mundo todo sabe Cuáles fueron.
¡Qué amigo de sus amigos ! ¡Qué señor para criados E parientes ! ¡Qué enemigo d’enemigos ! ¡ Qué Maestre de esforcados E valientes ! ¡Qué seso para discretos ! ¡Qué gracia para donosos ! ¡Qué razón ! ¡Cuán benigno a los subjetos ! ¡A los bravos e dañosos Qué león !
En ventura Octaviano ; Julio César en vencer E batallar ; En la virtud, Africano ; AnÃbal en el saber E trabajar : En la bondad un Trajano; Tito en liberalidad Con alegrÃa ; En su brazo, un Aureliano ; Marco Tulio en la verdad Que prometÃa.
Antonio PÃo en clemencia ; Marco Aurelio en igualdad Del semblante : Adriano en la elocuencia ; Teodosio en humanidad E buen talante. Aurelio Alexandre fue En disciplina e rigor De la guerra ; Un Constantino en la fe ; Camilo en el grand amor De su tierra.
Non dexó grandes tesoros, Ni alcanzó muchas riquezas Ni baxillas, Mas fizo guerra a los moros, Ganando sus fortalezas E sus villas ; Y en las lides que venció Caballeros y caballos Se prendieron, Y en este oficio ganó Las rentas e los vasallos Que le dieron.
Pues por su honra y estado En otros tiempos pasados ¿Cómo se hubo ? Quedando desamparado, Con hermanos e criados Se sostuvo. Después que fechos famosos Hizo en esta dicha guerra Que hacÃa, Hizo tratos tan honrosos, Que le dieron muy más tierra Que tenÃa.
Estas sus viejas hestorias Que con su brazo pintó En juventud, Con otras nuevas victorias Agora las renovó En senectud. Por su grand habilidad, Por méritos e ancianÃa Bien gastada Aleançó la dignidad De la gran caballerÃa Del Espada.
E sus villas e sus tierras Ocupadas de tiranos Las halló, Mas por cercos e por guerras E por fuero de sus manos Las cobró. Pues nuestro Rey natural, Si de las obras que obró Fue servido, DÃgalo el de Portugal, Y en Castilla quien siguió Su partido.
Después de puesta la vida Tantas veces por su ley Al tablero ; Después de tan bien servida La corona de su Rey Verdadero ; Después de tanta hazaña A que non puede bastar Cuenta cierta, En la su villa d’Ocaña Vino la muerte a llamar A su puerta.
(Habla la Muerte)
Diciendo: « Buen caballero, Dexad el mundo engañoso E su halago ; Vuestro coraçon de acero Muestre su esfuerzo famoso En este trago ; E pues de vida e salud Fecistes tan poca cuenta Por la fama, Esfuércese la virtud Para sofrir esta afrenta Que vos llama.
« No se os haga tan amarga La batalla temerosa Qu’esperáis, Pues otra vida más larga De fama tan glorïosa Acá dexáis : Aunque esta vida d’honor Tampoco no es eternal Ni verdadera, Mas con todo es muy mejor Que la otra temporal Perecedera.
« El vivir qu’es perdurable Non se gana con estados Mundanales, Ni con vida delectable En que moran los pecados Infernales ; Mas los buenos religiosos Gánanlo con oraciones E con lloros ; Los caballeros famosos Con trabajos e aflicciones Contra moros.
« E pues vos, claro varón, Tanta sangre derramastes De paganos, Esperad el galardón Que en este mundo ganastes Por las manos; E con esta confiança E con la fe tan entera Que tenéis, Partid con buena esperança Que’estotra vida tercera Ganaréis. »
(Responde el Maestre)
« Non tengamos tiempo ya En esta vida mezquina Por tal modo, Que mi voluntad está Conforme con la divina Para todo ; E consiento en mi morir Con voluntad placentera, Clara e pura, Que querer hombre vivir Cuando Dios quiere que muera Es locura. »
Oración
Tú que por nuestra maldad Tomaste forma servil E baxo nombre ; Tú que en tu divinidad Juntaste cosa tan vil Como el hombre ; Tú que tan grandes tormentos Sofriste sin resistencia En tu persona, Non por mis merescimientos, Mas por tu sola clemencia Me perdonas.
Cabo
Asà con tal entender Todos sentidos humanos Conservados, Cercado de su mujer, E de sus hijos e hermanos E criados, Dio el alma a quien se la dio, (El cual la ponga en el cielo Y en su gloria), Que aunque la vida perdió, Nos dexó harto consuelo Su memoria.
*************
À la Mort du Maître de Santiago Don Rodrigo Manrique, Son Père Jorge Manrique (1440–1479) •
Que se rappelle l’âme endormie, S’avivant, en s’éveillant De percevoir Comment s’écoule la vie Comment s’approche la mort Silencieuse, Que vite fuit le plaisir, Qui à peine ressenti Devient douloureux souvenir, Et comment à notre avis Tout instant du passé Nous fut meilleur.
Et si nous voyons le présent D’un coup il disparait Et s’achève. Si nous jugeons avec sagesse, Nous traiterons ce qui n’est pas advenu Comme le passé. Que personne ne se trompe En pensant que va durer Ce qu’il espère Plus qu’a duré ce qu’il a vu Parce que tout se passera Egalement.
Nos existences sont des fleuves Qui se jetteront dans cette mer Qu’est le mourir; Là -bas s’en vont les hautes lignées Fatalement finir, S’anéantir, Là -bas, vont les immenses fleuves, Là -bas, les rivières modestes Là -bas les petits rus; A l’arrivée tous sont égaux Comme ceux qui vivent de leurs efforts Et les plus riches.
Invocation
J’oublie les invocations Des poètes de renom Et des orateurs ; N’aime guère leurs fictions, Eux qui ajoutent des drogues secrètes À leurs saveurs. Le seul à qui je me voue Le seul que moi, j’invoque A la vérité C’est celui qui, traversant notre monde, N’y a point été reconnu pour Sa déité.
Par ce monde-ci nous cheminons Vers l’autre monde, notre demeure, Sans chagrin, Mais il faut raison garder Pour accomplir ce voyage Sans s’égarer. Nous partons dès notre naissance Nous marchons le temps de la vie, Et arrivons A l’heure où nous nous éteignons; Et c’est ainsi qu’avec la mort Nous est donné le repos.
Agréable fut notre monde Si nous apprîmes à y vivre Comme il convient, Puisque, selon notre foi C’est pour gagner celui Auquel nous aspirons. Et même le Fils de Dieu, Pour nous élever dans les cieux, Est descendu vers nous. Naître parmi les nôtres Et vivre sur notre sol Où il mourut.
Voyez ces choses infimes Après lesquelles nous marchons Et nous courons ; Dans ce bas monde traître Avant même que nous mourions Nous les perdons : Certaines l’âge les dégrade, Certaines se défont au jeu des crises Qui surviennent, D’autres, appartenant Aux instances les plus hautes S’évanouissent.
Dites-moi donc, la beauté, La tendre fraîcheur, le teint Du visage, Sa couleur et sa candeur, Quand arrive la vieillesse Qu’en reste-t-il ? L’adresse et la légèreté Et la force corporelle De la jeunesse, Tout cela devient carcan Lorsqu’apparaît cette gueuse De vieillesse.
Regardons le sang des seigneurs, La noblesse et le lignage Si puissant, Par combien de voies et manières Se dissout leur grande majesté De son vivant ! Certains pour leur peu de mérite, Pour bien bas et bien misérables Ils sont considérés ! D’autres qui n’en ont point, Par des emplois honteux Sont maintenus !
Les situations et les richesses Nous quittent avant l’heure, Quoi d’étonnant? Constance n’est point leur fort Puisqu’elles sont atours de grande dame A l’esprit changeant. Ces biens sont ceux de la Fortune Et avec sa roue se retournent Très vite. Elle qui ne saurait être unique, Ni stable ni posée, Un simple instant.
Bien qu’elles veuillent s’accrocher Et jusqu’à la fosse accompagner Leur maître ; Elles ne sauraient nous leurrer, Car en un souffle file la vie Comme en un songe : Et les plaisirs de l’ici-bas Ceux dont nous nous réjouissons Sont temporels, Et les tourments de l’au-delà Qu’à cause d’eux nous attendons, Sont éternels.
Les plaisirs et les douceurs De cette vie de dur labeur Qui est la nôtre, Ne sont-ils que des passages, Et la mort le traquenard Dans lequel nous tombons ? Sans imaginer notre perte Nous courons à bride abattue Sans un arrêt ; Dès que se montre l’embuscade Et que nous voulons reculer, Il est trop tard.
Si nous avions le pouvoir D’embellir notre silhouette Corporelle, Et qu’ainsi nous puissions rendre Notre âme si glorieuse, Angélique, Quelle diligence si vivace Aurions-nous à chaque instant Et si avisée, Pour réparer la mauvaise part , Sans nous soucier de l’apparence Décomposée !
Ces monarques très puissants Dont nous lisons les chroniques Déjà passées, Dans de tristes faits, douloureux Furent leurs bonnes fortunes Bouleversées ; Ainsi, rien n’est assez fort ; Puisque Papes et Empereurs Et prélats La mort les bouscule aussi Comme ces pauvres gardiens Des troupeaux.
Ne faisons pas cas des Troyens, Dont nous ne vîmes pas les maux Ni leurs gloires ; Et oublions donc les Romains Et les récits lus et parfois entendus De leurs histoires. Peu nous importe de savoir Les choses du siècle dernier Et ce qu’il y arriva ; Voyons plutôt les choses d’hier, Elles ont été autant oubliées Que celles-là .
Où est passé le Roi Don Juan ? Et les Infants d’Aragon Qu’advint-il d’eux ? Où sont passés tant de galants, Que devinrent, tant de blasons Qui disparurent ? Et les joutes et les tournois, Les parures, les broderies Et les cimiers, Quoi d’autres que des bagatelles ? Tout cela ne fut que chimères, Éphémères ?
Que sont belles dames devenues Et leurs toilettes et leurs atours, Et leurs parfums ? Que sont les flammes devenues De ces grands feux attisés Des amoureux? Mais où sont passés ces trouvères, Et leurs musiques bien tournées Qu’ils leur chantaient ? Où sont donc passées ces danseuses Et les robes de soie brodées Qui les vêtaient ?
Et l’autre aussi, son héritier, Don Henri, que de pouvoirs Il possédait ! Qu’il était tendre et bien doux Le monde avec ses plaisirs Qu’il s’octroyait ! Mais tu verras combien ennemi, Si combatif et si cruel Il se montra, Qu’ayant été son ami Combien peu il fit durer Ce qu’il donna !
Présents accordés sans mesure Édificesroyaux Remplis d’or Vaisselles ouvragées Pièces d’or et deniers Du trésor ; Harnais, chevaux De ses soldats et leurs ornements Excessifs, Où irons-nous désormais les chercher ? Ils ne furent que rosée du matin Sur la prairie ?
Et son frère, l’innocent Dont il fit, de son vivant, son successeur À ce qu’on dit, Quelle brillante cour Il eut où de nombreux seigneurs L’ont suivi ! Mais c’était un mortel Et la mort l’enfourna Dans sa forge. Ô, jugement divin ! Quand le feu brûlait plus fort Tu jetas l’eau.
Alors ce grand Connétable Maître que nous avons connu Si familier, Il ne sied pas qu’on parle de lui, Sauf que nous l’avons vu Décapité. Ses inestimables trésors, Ses villes et ses bourgs, Son autorité, Ne devinrent-ils pas pour lui des pleurs ? Ne furent-ils que chagrins Pour leur perte ?
Et ses deux autres frères, Des Maîtres si prospères Pareils à des rois, Qui, suzerains ou vassaux Assujettirent À leurs lois, Cette grande prospérité Venue de tellement haut Et exaltée, Que fut-elle sinon clarté Qu’au plus brillant éclat Fut matée ?
Tant de ces excellents Ducs Tant de Marquis et de Comtes Et de Barons Que nous vîmes si puissants, Dis, la Mort, où les caches-tu Où les as tu endormis ? Que sont à présent les brillants exploits Qu’ils accomplirent au cœur des guerres Et dans la paix, Quand, toi, féroce, tu t’acharnes, De toutes tes forces, les terrasses Et les défais.
Les troupes innombrables, Les bannières, les étendards Et les drapeaux, Les châteaux imprenables, Les hauts murs et les remparts, Les barreaux, La fosse profonde recouverte, Ou n’importe quel abri, Rien ne t’arrête : Quand tu viens aveuglée d’ire Ta flèche transperce tout De part en part.
Et lui protecteur des bons, Aimé pour toutes ses vertus De tout son entourage, Le grand Maître Don Rodrigue Manrique, si renommé Et si vaillant, Ses hauts faits sont célèbres, Point nécessaire de les louer, Car tous les virent, Nul besoin d’exagérer Car chacun sait bien Ce qu’ils furent.
Quel ami de ses amis ! Quel seigneur pour ses serviteurs Et ses parents ! Quel ennemi pour ses ennemis ! Quel Maître pour les preux Et les vaillants ! Quel esprit pour les sages ! Quelle grâce avec le bel esprit ! Quelle raison ! Qu’il fut aimable avec ses sujets ! Et contre fourbes et malfaisants, Quel lion !
Octave en sa félicité, Jules César pour sa force victorieuse Et ses batailles ; Scipion l’Africain, pour sa vertu ; Hannibal pour le savoir Et le goût du travail ; Pour la bonté, Trajan ; Titus pour sa générosité Et son allégresse ; Aurélien, par la vigueur de son bras ; Marc Antoine pour la valeur De ses engagements.
Antoine Pie, pour sa clémence Marc Aurèle pour la ressemblance De son visage ; Hadrien par l’éloquence ; Théodose en humanité Et savoir vivre. Aurèle Alexandre Pour sa discipline et sa rigueur Au combat; Constantin pour sa foi ; Camille pour le grand amour De sa terre.
Il ne laissa guère de grands trésors, Ni n’accumula mille richesses Ni vaisselles précieuses, Mais il fit la guerre aux Maures, S’emparant de leurs forteresses Et citadelles ; Dans les combats qu’il remporta Chevaliers et chevaux Nombreux jonchèrent le sol , Et par ses mérites gagna Les rentes et les vassaux Qui lui furent attribués.
De son honneur et de son rang Dans d’autres périodes passées Qu’en fut-il donc ? Désemparé, sans protection Avec frères et serviteurs Il résista. Après les actions brillantes Accomplies dans cette guerre Qu’il faisait, Il conclut d’honorables traités Qui multiplièrent les terres Qu’il possédait déjà .
Et ces vieilles histoires Qu’avec son bras il peint Dans sa jeunesse, Avec d’autres belles victoires Récemment en son vieil âge Il les refit. Par sa grande habileté, Par mérites et ancienneté Bien expérimentée Il rejoignit la dignité De la grande chevalerie De l’Épée.
Et ses villes et ses terres Qu’il trouva Occupées par des tyrans Par les sièges et les guerres C’est par l’habileté de ses mains Qu’il les obtint. Ainsi notre Roi naturel, Par les œuvres qu’il accomplit Fut servi, Comme dit celui du Portugal Et en Castille celui là qui prit Son parti.
Après avoir tant de fois Librement engagé sa vie Dans le jeu ; Et avoir si bien servi La couronne de son Roi, Fidèlement Après tant et tant d’exploits Qu’une simple addition Ne résumerait pas, Dans sa propre ville d’Ocaña Vint la mort le chercher, À sa porte.
(La Mort parle)
Elle lui dit : «Bon Chevalier, Quittez ce monde trompeur Et ses flatteries ; Que votre grand cœur d’acier Montre son élan fameux Dans ce malheur ; Et puisque de votre vie et de votre salut Vous fûtes si peu avare Pour la belle gloire , Que votre vertu accepte De souffrir cette humiliation Qui vous allez devoir subir.
« Que ne vous soit pas trop amer Le redoutable combat Qui vous attend, Car une autre vie plus longue De renommée bien glorieuse Ici vous quittez : Quoique cette vie d’honneur Ne soit pas non plus éternelle Ni véritable, Elle demeure malgré tout bien meilleure Que cette autre vie temporelle Et périssable.
« La vie éternelle Ne s’obtient pas par les Mondanités, Ni non plus dans un monde de plaisirs Domaine de tous les péchés; Infernaux ; Mais tous les bons religieux La gagnent par les prières Et les pleurs ; Les chevaliers renommés Par leurs luttes et leurs peines Contre les infidèles.
« Et puisque, vous, noble guerrier, Tant de sang es Païens Vous avez versé ; Attendez-en la récompense Qu’en ce monde avez gagnée Par vos mains ; Ainsi nanti de cette confiance Et muni de la foi unique Qui sont vôtres, Allez avec force espérance Que cette autre vie, la troisième Vous l’atteindrez. »
(Répond le Maître)
« Alors ne perdons plus de temps Dans une existence mesquine Telle que celle-ci, Ma volonté est conforme A la volonté divine En toute chose ; Je consens à ma mort Librement et dans la joie, Je le veux ainsi ; Vouloir vivre pour un homme Quand Dieu veut qu’il meure Est pure folie. »
Prière
Toi, qui par nos péchés As pris forme servile Et humble nom ; Toi qui à ta divinité As adjoint une chose aussi vile Que l’homme ; Toi qui dans de si grands tourments As souffert sans résister En ta personne, Fais que non par mes mérites, Mais par ta clémence seulement Tu me pardonnes.
Achèvement
Ainsi en un tel accord De tous ses sens humains Dépouillé, Entouré de son épouse, De ses fils, de ses frères Et de ses serviteurs, Rendit son âme au Créateur, (Qu’il veuille la conserver au ciel Et dans sa gloire). Et bien qu’il ait perdu sa vie Nous laisse grand réconfort Sa mémoire.
Merci pour ta présence.
Posté le : 27/04/2016 18:16
|